martes, 11 de mayo de 2010

El Asesino de los Tenis ROJOS

Por: Cindy JimenezTorres


Caminando hacia la puerta de la calle que conecta con mi casa, reflexiono acerca de la cotidianidad alarmante que presenta un cambio en la monotonía, y es que en cada cosa que vuelves a hacer ya hay otra que no hiciste, quizá por ignorancia no me había dado cuenta, o quizá fuera mi entretenida vida furtiva la que me mantenía ocupado, pero sin duda alguna, algo tan insignificante como unos cuantos homicidios no debieron haberme entretenido demasiado, como para no darme cuenta, de lo dañado que estaban mis zapatos.

Analizando el mes de abril, y repasando todos mis cargos legales, pude haber sacado tiempo entre el asesinato de Meredith Bones de la calle 36 y el de Tomi Honrado de la 36 y medio. Pero no lo hice, y ese mes, mis zapatos se dañaban cada vez mas. O quizás el mes de mayo tan largo que resulta pero en ese tiempo si estuve entretenido fugándome de los ratones uniformados que intentaron mas de una vez atraparme, sin embargo, tanto esfuerzo no supera a mis zapatos.


Y ahora con todos mis lamentos y mis sutiles tormentos, con una pala y en medio de un terreno baldío, me despido de mis hermosos tenis rojos, los cuales a través de tanta mortandad y sangre lograban acompañarme y darme el nombre que ahora porto, el nombre del Asesino de los tenis Rojos, y es que aunque ahora un disparo vagabundo de en mi cabeza melancólica, nada que yo pueda hacer, será un acto peor, que haber dejado a mis zapatos morir de tanto uso.

Y ahora que se han ido que iré yo a hacer? ¡oh mis queridos zapatos! Pero que torpe eh sido que Dios me perdone por haberlos abandonado, ¡oh mis queridos zapatos! una matanza no será lo mismo, un secuestro no será lo mismo, ni si quiera el mas patético de los robos será lo mismo, ahora que no los tengo, mi queridos zapatos.

Pero he de superar esta amarga prueba, aunque ya no tenga fuerzas para matar, pues mis tenis rojos ya no están, y recuerdo aquel año hace 20 ya, cuando los vi en aquella tienda de rebajas, en el mostrador, a mitad de precio estaban entre otros cien, pero mi amor solo les perteneció a mis fieles, adorados y rojos zapatos.

Y ahora que ya, bajo tierra están, queridos zapatos no los olvidare, y cuando este torturando a alguien, ¡juro! Que en ustedes pensare, y sonreiré tranquilo y reiré, al ver a otro sufrir, pues mis tenis rojos pensare que conmigo están. Y cuando al fin pase por aquella tienda de 20 años atrás, veré a sus amados hermanos y llorare con ellos por su muerte queridos zapatos, y prometo entonces, que solo entonces, pensare ¿Qué otro color de zapatos comprare?

fin

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